En una sociedad donde la doble moral parece ser la dinámica de interacción más cómoda, preguntarnos ¿quiénes somos? o ¿qué es lo queremos? es el resultado de las llamadas crisis personales y no un ejercicio constante donde nos atrevamos a cuestionar nuestras acciones y emociones. El entorno nunca nos obliga a parar y pensarnos, quizá porque nos teme libres ya que se puede alterar el curso normal de nuestros modos de actuar , en medio de la rutina parecemos marionetas a las que cobrar vida se les está prohibido, es aquí donde el arte y las disciplinas que invitan a la expresión del ser humano juegan un papel muy importante porque es en ellas donde se representan las sensaciones más profundas, para darnos ese espacio de liberación sin juicios u opiniones violentas.
El Alma Desnuda, es una obra que como su nombre lo indica nos invita a dar una pausa para mirar nuestra alma y detenernos a pensar en la creación de nuestro propio yo devolviéndonos a nuestra infantil etapa de aprender únicamente a través de nuestra sensibilidad con las experiencias. Apoyada en la clásica historia de Pinocho, la obra, ejemplifica como Gepeto y Pinocho en el taller de muñecos cuestionan esa obsesión por la perfección que tiene nuestro mundo, un mundo que ha negado nuestra esencia para fabricarnos a su antojo.
Esta obra es un reto para los realizadores y sus espectadores. El grupo, más allá de motivar a las personas a apreciar el teatro, los invita a tomarse un tiempo para verse a sí mismos y escuchar un discurso lleno de emociones que erizan la piel y dejan una sonrisa o una inquietud en su mente y corazón.
Por: Juanita Ramos Ardila
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Estaremos en la obra! Suena interesante!